Yo estaba allí aunque parecía estar fuera de mí, mirando la blanca pared con rugosidades, simple y aburrida. Mi mirada se perdía en un punto que no sé si quiera si estaba allí realmente. Parecía que el tiempo se había parado y que lo único que seguía en movimiento en aquella mañana otoñal eran las nubes que tapaban al sol de vez en cuando, haciendo que la escasa luz entrara torpemente.
En mi interior podía escuchar el más puro silencio y a medida que me alejaba de él, podía oír algo como el motor de un tractor y unos niños gritando y riendo mientras parecía jugar.
Esa situación sólo podía significar que algo iba a pasar o que simplemente estaba intentando encontrar a mi propio yo en un mundo paralelo, que por supuesto sería sacado de mi mente, mi imaginación. Imaginación... algo abstracto, difícil de definir, pero que de vez en cuando, en alguna situación, venía a mí sin que yo la llamara, como mágicamente y yo, la dejaba entrar y disfrutaba de su estancia. Era entonces cuando creaba mi propia burbuja, donde me encontraba , mientras se me pasaban demasiados pensamientos; a veces, venían temas a los que miles de vueltas les daba y otras, en cambio, procuraba terminar pronto, ya que sólo me producían quebraderos de cabeza.
Era así como pasaba cada día, como la aguja del reloj, no paraba aunque yo quisiera, pero aun así disfrutaba, me gustaba mirar por la ventana, escuchar el silencio y poder ver pasar el tiempo con mis propios ojos en mi alrededor y en mi ser.
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